Tres ‘zombies’ reales de la naturaleza

Hay criaturas que 'zombifican' a sus víctimas

Se ha hablado bastante sobre el hongo parásito Ophiocordyceps unilateralis, que infecta a hormigas y toma el control de sus cuerpos. Las convierte en lo que en la cultura popular se conocería como zombies, y las fuerza a colgarse de las plantas para morir en ese lugar. El hongo devora entonces el interior del cuerpo de la hormiga y refuerza su exoesqueleto, para anclarse firmemente a la hoja y, cuando llega el momento, sacar por la cabeza del animal el órgano reproductivo que liberará las esporas de una nueva generación.

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Este comportamiento tan fascinante, sin embargo, no es en absoluto aislado. Existen muchos otros patógenos que ‘zombifican‘ a sus víctimas y toman el control de sus acciones. Ahora repasaremos tres de estos casos, que no son tan conocidos, pero son igualmente curiosos.

Un gusano que induce el suicidio

Entre los acuarios de agua dulce es muy común tener carias especies de los denominados peces killi. Son peces pequeños y fáciles de criar, entre los que destacan el pez bandera de Florida, los panchax o el chococo. Allí en donde estos peces se dan de manera silvestre, suele encontrarse con ellos un platelminto, Euhaplorchis californiensis, que tiene un ciclo de vida bastante complejo.

Los huevos del parásito son liberados a través de los excrementos de aves acuáticas, y consumidos accidentalmente por caracoles. Las larvas que nacen de esos huevos esterilizan a su huésped y salen nadando al agua.

Entran entonces en los peces a través de las branquias, y viajan por los nervios hasta el cerebro, en donde de enquistan, tapizando su superficie. Pero desde el cerebro del pez debe llegar al sistema digestivo del ave, en donde termina su ciclo vital.

Para conseguirlo zombifica‘ el pez: altera los niveles de hormonas de modo que el pez se vuelve mucho más agresivo, nada con más fuerza, se sacude y salta fuera del agua con frecuencia. Ese errático comportamiento llama la atención de las aves, para las que se convierte en una presa fácil. El ciclo se cierra cuando éstas devoran al pez ‘zombieficado’.

Hilos que manejan a todos

Pocos animales tienen la capacidad textil de las arañas, y entre ellas, las mejores son las que, redundantemente, reciben el nombre común de arañas tejedoras. De hecho, tejen dos tipos distintos de redes en función de lo que necesitan en cada momento: telarañas grandes, resistentes, tupidas y adhesivas para cazar; y redes de reposo, finas, delicadas, de hilos no pegajosos y que requieren pocos recursos para descansar mientras hace la muda.

Y es esa habilidad para tejer la que aprovecha la larva de la avispa Reclinervellus nielseni cuando encuentra y domina a las arañas del género Cyclosa.

La larva realmente controla a la araña mediante la inyección de hormonas, convirtiéndola en una suerte de marioneta drogada, y la fuerza a cambiar radicalmente el aspecto de su red de reposo. Refuerza el tejido de soporte, retira los hilos pegajosos, si los hubiera, y decora la red de tal modo que refleje la luz ultravioleta para evitar que otros insectos choquen accidentalmente, destruyéndola.

Finalmente, obliga a la araña marioneta a construir un núcleo denso que luego usará como capullo para realizar la metamorfosis hacia avispa adulta. La araña no sobrevive al proceso.

La bacteria de los trífidos

Las plantas no tienen sistema nervioso, y, por tanto, nada ni nadie puede convertirlas en ‘zombies‘. No en el sentido del vudú original, criaturas cuya voluntad ha sido arrebatada y se comportan como simples esclavos sometidos a la voluntad de su houngan o chamán vudú.

Sin embargo, las plantas siguen siendo seres vivos, y como tales siguen siendo susceptibles de que un patógenos se apodere de su organismo y lo use para su propio beneficio. Eso es precisamente lo que pueden hacer algunas bacterias del género Phytoplasma.

Cuando una planta es infectada, la bacteria secuestra y reprograma sus sistemas de desarrollo, y  desencadena un crecimiento anómalo que deforma completamente la arquitectura de la víctima. Es ahí en donde aparece la infección, comienza a crecer de forma masiva y descontrolada, causando con frecuencia el fenómeno de “escoba de bruja“, aunque también podría estar causado por otros patógenos.

Esta estructura anómala, esta planta zombificada crea un ambiente óptimo para el patógeno, y aunque suele mantenerse mientras la planta sigue viva y generalmente no reduce su esperanza de vida, sí la hace incapaz de reproducirse.

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Autor: I.S. con información de Muy Interesante

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