Vocabulario para hablar en español
Acabo de leer un libro publicado el año pasado en autoedición digital que se me revela como toda una utilidad para quienes no entienden, o asimilan gregariamente, las palabras de moda, puesto que la voluntad expresa de su autor trata de desvelar “ la dicotomía entre lo aparente y lo real en el lenguaje” . En él se reflexiona sobre la burbuja autista que se ha instalado entre nosotros en la esfera de los neologismos escuchados en los media, leídos en la prensa y en boca de políticos, financieros y comentaristas de toda laya. Que se ha instalado sin resistencia aparente entre el personal, casi siguiendo el principio de autoridad que conduce a la dormición o domesticación de las conciencias, esencialmente “a través de la prensa y del discurso institucional” (pg. 50). La de Rivero Afonso es una propuesta analítica poco usual, hecha con claridad estilística y expositiva, poniendo en uso una radical y áspera sensatez que no oculta cierta voluntad didáctica, tratándose en él como se trata de decir verdades como puños que ojalá pudieran ser asimiladas por sus lectores como apuntes ideológicos, detrás de lo que aparenta ser glosa léxica ofrecida como Vocabulario de Español urgente. La sátira como arma de persuasión masiva. (Ed. Benahoare. También en e- book)
La intensidad del recorrido por ciertas convenciones estandarizadas que ha apalabrado la clase política y su dinámica mediática no impide a su autor dar saltos de humor en forma de coloquialismos o situaciones comparativamente absurdas, todo sea volver del revés el sucio calcetín de esa retórica descriptiva de hechos consumados y consumibles que deviene nomenclatura de la situación que vivimos, consensuada en las altas esferas, e incluso emuladas hasta por los alcaldes de pueblo, como sucede en el que vivo. Un alarde el que hace este hombre mimetizando y repitiendo los esquemas que ‘están al día’. Lo que tiempo ha se adoptó en los media con un extranjerismo venido del italiano: aggiornamento, refiriéndose al giro dado por la iglesia católica tras el Concilio Vaticano II . Al respecto, el vacilón montado por Rivero sobre san Expedito, san Pancracio y san Judas Tadeo no tiene desperdicio. No pone Rivero un pasquín protestón en la puerta de un templo católico – como hizo Martín Luther – sino que dispara con balas de plata argumental hacia una diana que todos tenemos delante, que nos invade y asimila a su negociado de simulación.
Pero, bromas aparte, es muy relevante su aproximación sociolingüística al tema detectando una dominante de léxico de raíz teológica con perfil de un ‘principio de auctoritas’ combinado con un ‘arte suasorio’ que confía en la credibilidad de un pueblo crédulo, o sea, básicamente adoctrinado religiosamente. Esto es de lo más iluminador que hay en el volumen, porque revela que “por sus palabras los conoceréis”, que la retórica eufemística en uso tiene sus raíces en atavismos de la mitología bíblica encajada como nomenclátor de nuevo cuño. Semiótica perversa, y riégate, agüita…
Observo pues que el libro que comento se evidencia como un desvelamiento sígnico de subversión ante los hechos consumados observables “a través de la prensa y del discurso institucional “(pg. 50). Ello se organiza mediante una crítica a la línea de flotación del neo-leguaje, desvelando la idea sumergida bajo ese iceberg que es cada uno de los términos o expresiones elegidos. Lo que subyace en el ‘constructo’, por seguir en esa línea neologista un tanto esnob, todo hay que decirlo.
Me interesó particularmente el tratamiento dado al matiz de funcionalidad del eufemismo, pues este es el terreno que brujuleamos personalmente en la etnolingüística dialectal canaria. El neologismo funcionando como eufemismo y su cruce con la circunlocución; la clave eufemística con que han sido concebidos los pasos atrás que vienen dando nuestros derechos ciudadanos. Una suerte de soft thinking digerible y asimilable porque su teologización la hace aparentemente inocua, apelando al entendimiento confiado y crédulo. También me interesó el estilo con el que aborda cada entrada rompiendo el ‘efecto escaparate’ con un puñetazo argumental que lo substituye – lo restituye – a su vulgaridad, en castizo o ‘roman paladino’. En este camino destacamos las entradas escraches, hombres de negro, intervención, austericidio, economicidio , dación en pago y otros tantos que el lector o lectora vayan descubriendo.
Pero donde se luce Rivero – a quien su formación jurídica da un cachet de preparación y credibilidad – y lo hace abiertamente, es al abordar el término circunlocución. Escribe Rivero: “El circunloquio se utiliza para evitar cualquier vocablo de mal presagio o considerado tabú por tener una pésima reputación social o por conllevar un rédito político negativo. Así, se echa mano al eufemismo como técnica retórica cada vez más habitual. (…) con tanta circunlocución, perífrasis, eufemismos y metaforización en el lenguaje de la política, hasta los significados de las palabras están cambiando “. Estamos pues ante un arte suasorio de naturaleza equívoca que voltea la semántica hasta la extorsión de su contenido natural, ante una construcción antinatural, y por lo tanto abiertamente censurable y digna de rechazo. .
Ya era hora de que alguien se inclinara analíticamente sobre el neo-lenguaje, invasivo y mimetizado con la rapidez con que lo hace, y expusiera en claro estilo el encriptamiento que los hombres públicos hacen de sus líneas programáticas para seducir al personal con ‘palabros’ de última generación. Abramos pues los ojos y veamos bien tras ellas las trapisondas, mangoneos y rapiñas varias que encubren. Cuando el pensamiento único es ahora mismo la sumisión – llámesele piadosamente ‘resignación’, ‘victimismo’ o ‘conformidad’ – y nos tragamos tantas ruedas de molino, viene Rivero a ayudarnos a comprender algo mejor el lugar virtual al que se nos procura inducir, y no gratuitamente, sino al alto precio de la verdad ausente.
El ojo omnipresente de Orwell ( su alegoría de anticipación en 1984 ) va cogiendo cuerpo; es lo que mucha gente ya va diciendo; pero la vía utilizada no sólo es mediática, informática – usando el antifaz del interfax – sino que principalmente se sirve del lenguaje. Por lo que para ver más claro, para autoayudarse a la individualidad, una dosis de pensamiento critico radical ajustado al presente nunca viene mal. Más en la circunstancia actual bautizada como crisis económica, cuando leemos u oímos a diario tantas obviedades que se dicen interpretación, digeridas sin más discernimiento ni discusión por el contribuyente, votante y al a fin de cuentas pueblo soberano.
Es posible que las nociones abordadas ahora por Rivero sean sólo la propedéutica – esto es: un estadio preparatorio con perfil intuitivista – para emprender en adelante la ampliación de todo ese campo léxico cifrado por la aviesa conveniencia de sus creadores y divulgadores, que se asimila sin más por el vulgo, y cuyo desvelamiento consiga continuar metódicamente en futuras publicaciones.
¿Quién dijo entonces que en Canarias los escritores solamente hacemos poesía, ficción y algo de teatro? También se hace pensamiento, pues bullen las ideas más que nunca en este principio de milenio, preñado de confusión, doma y sumisa asimilación. De seguidismo, o aborregamiento, hablando en plata, que en tal sentido va el dibujo de la portada. Confiemos entonces en que el devenir escribiente de Rivero, sin abandonar la generalidad de los neologismos que ahora trata, se incline de modo paralelo por los senderos que le lleven a la Ítaca prioritaria. Nuestra asignatura pendiente: la ontología – a la vez mutante y estancada – de nuestro pueblo. A lo que se conoce, en reducción del paradigma de autoafirmación, como identidad; y, si no es mucho pedir, que ello sea en lo posible por el camino emprendido: el de la subversión de las ideas recibidas.
En cualquier caso, él debe saber lo que hace en esta singladura. Preferiblemente hasta agotar existencias; que quedan bastantes cuestiones teóricas en Canarias por abordar, y que se mantienen ahí intocables por la inercia o la dispersión de nuestro microcosmos sociocultural, que es centrípeto, ombliguil, individualista, incomunicado, biprovinciano y sostenidamente isloteñista o islotero (a elegir).
En este sentido, la desaparición de la revista Disenso fue una lástima. Pero quedan en esa trinchera gente peleadora que trabaja sin casco, que dinamiza sus neuronas elásticamente, sin más red que la www, con todo el impudor que le provee una conciencia alerta, y forzosamente empírica, dada la insistencia con que se propagan los bulos eufemísticos, hasta poder uno escucharlos en boca de alcaldes de pueblo cuando hacen declaraciones a la emisora municipal. Y eso es mucho más de lo esperable en estos tiempos.
Simpático y amargo a la vez, agridulce y contundente, el Vocabulario de Luis Rivero se hace imprescindible para el desvelamiento; esto es, para penetrar en la comprensión de la impostura institucionalizada que nos envuelve en su tela de araña eufemística y nos embobece con seda para devorarnos mejor. Devorar nuestros derechos básicos – en franca regresión – y nuestro futuro genérico. Rivero nos pone pie a tierra, observando la perversión semántica inducida y debidamente tuneada por los Amos del Mundo. El desvelamiento sígnico, al delatar la mensajería subliminal del neo-lenguaje resulta, al cabo, un instrumento de aproximación tanto a la programática que lo induce como al comportamiento sumiso y creyente de sus consumidores.
Camuflaje, simulacro, trucaje semántico, impostura; cualquiera de estos conceptos relatan indistintamente la virtualidad del prontuario bíblicamente encriptado que se nos está sirviendo. Me ha gustado mucho este libro. Confiemos ahora en que Rivero siga dando señales de humo en su voluntad desveladora, regeneracionista, y, por lo pronto, propedéutica de la subversión. Confiemos en que se atreva a abordar también temática canaria pendiente de desvelamiento y debate, vista su madurez interpretativa, de altura intelectual. No nos vendría mal un acceso crítico radical según su método para acercarse a la ontología de este pueblo nuestro, mutante y resignado en asumir las formas externas del progreso, no en debatir a fondo las cuestiones pendientes. Pueblo tan necesitado de una autoafirmación no folclórica, no victimista, no conformista, que abra en canal y vea las tripas de ese pájaro canario amarillito – que vimos en la tele ayer al mediodía- el que hace un posado iconográficamente conservador y arcaico en lo identitario y se presenta como logotipo del próximo Día de Canarias.
Ángel Sánchez