Su email era amable, diáfano, bien escrito. Mejor de lo que muchos adultos de varios míºltiplos de esa edad hubieran sabido redactar en sus mejores sueí±os. Esmeradamente, el chaval nos pedía ayuda con la bíºsqueda de un resumen que no me fue difícil captar con una inspección sencilla en nuestro directorio de apuntes y trabajos.
Me disponía a adjuntar el link al mensaje de respuesta satisfaciendo la solicitud de tan joven remitente, cuando reparé que debajo de su breve ríºbrica había una posdata, una línea que convirtió aquel mail en especial, emotivo y puede que, torpemente por mi parte, digno de este post. Decía así:
“…Este correo electrónico es el de mi mamá que usó esta página cuando fue estudiante y me la recomendó. Por favor, mandad la respuesta aquí.”
Debajo, como dando fe o autoridad superior a lo que contaba el chaval, firmaba la madre.
Era la primera vez (hasta donde llega mi memoria) que en el mismo correo se mezclaban dos generaciones de “vagos” de la misma sangre. Me dio por pensar que quizá fuera, aquella cosa tan sencilla de un lunes cualquiera, perdida entre la avalancha de peticiones de ayuda, entre mensajes en Facebook, menciones en Twitter, posts en Tuenti, el logro más grande que hubiera alcanzado este “portal de documentos académicos para estudiantes” en sus 13 aí±os de historia, superando en importancia cualquier aparición televisiva, portada de periódico, premios o ranking de audiencia: el habernos convertido en una especie de folclore, una tradición digital que pasase de padres a hijos de boca en boca.
Consciente de ese carií±o generacional heredado me permití esta respuesta, rasgando cualquier protocolo burocrático:
Espero que el link te sirva de ayuda, y dile a tu mamá que ¡aguanten los vagos!