La inmunosenescencia: ¿Por qué vacunarse cuando eres mayor?

Nuestro sistema inmunológico va cambiando con el paso del tiempo y es por eso que necesitamos reforzarlo

Las enfermedades infecciosas que son prevenibles mediante la vacunación no paran cuando nos hacemos mayores. De hecho, pueden llegar a ser más letales que en la edad infantil, debido al declive de nuestro sistema inmunológico. Para entender este fenómeno, debemos conocer el concepto de inmunosenescia. Esta se define como el deterioro gradual de las distintas funciones inmunitarias que tiene una persona debido al proceso vital de envejecimiento.





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Fernando Fariñas Guerrero, director del Instituto de Inmunología Clínica y Enfermedades Infecciosas de la Asociación Ynmun explica que “como consecuencia, el individuo desarrolla con más frecuencia infecciones de mayor gravedad”.

Se trata de una problemática que afecta tanto a la producción de anticuerpos como a la inmunidad celular. En este sentido, las llamadas células T naive son las encargadas de responder a los nuevos agentes patógenos con los que el sistema defensivo del organismo aún no se ha enfrentado. “Frente a un virus con el que nunca hemos tenido contacto, como el actual coronavirus o el de la gripe estacional, que cambia cada año, las personas jóvenes presentan células T naive o vírgenes que responden a esos desafíos infecciosos nuevos“, resalta el inmunólogo. Por el contrario, en los mayores, este tipo de linfocitos disminuye considerablemente, tanto en número como en su funcionalidad.

Esto significa que no solo son incapaces de terminar con el agente infeccioso nuevo en un tiempo adecuado, sino que el invasor continúa proliferando. Por ello, el sistema inmune intenta compensar esa falta de respuesta acumulando más células inflamatorias en el lugar de la infección”, añade Fariñas. Es así como el proceso inflamatorio, desmedido y no controlado, provoca que los órganos empiecen a fallar.

No es muy agradable, pero al igual que nuestra piel, los huesos y los ojos, también nuestro sistema inmunitario envejece. “Además, en los adultos mayores suelen añadirse otras patologías crónicas, como hipertensión, diabetes y artritis. Pues bien, si asociamos las enfermedades crónicas de base y la inmunosenescencia, resulta que la gente mayor es mucho más susceptible a padecer procesos infecciosos”, resalta Isabel Jimeno, responsable del Grupo de Trabajo de Vacunas de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Es por ello que los especialistas insisten en la importancia de vacunar a los adultos de igual manera que se lleva a cabo con los niños. “A los menores, los vacunamos porque sabemos que en la edad infantil van a tener infecciones. Con los adultos, hay que hacerlo porque son más susceptibles de contraer enfermedades infecciosas”, puntualiza Jimeno. Y con peor pronóstico, además.

¿De qué se pueden y deben vacunarse los adultos?

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades estadounidenses, CDC por sus siglas en inglés, recomiendan vacunar a los adultos de la gripe, el tétanos, la tosferina acelular, el herpes zóster, el virus del papiloma humano, la enfermedad neumococíca y el toxoide de difteria reducido.

Hay que recordar que la Organización Mundial de la Salud pidió en marzo de 2020 que todos aquellos países que ya tuviesen implementados programas de vacunación de la gripe, el neumococo y la tosferina potenciasen estas inmunizaciones a la población”, incide Jimeno. Esto es para liberar recursos sanitarios y hospitalarios contra el Covid-19. Por otra parte, respecto al neumococo, para minimizar el uso de antibióticos, algo que es una amenaza global, pues “aumenta la resistencia a los fármacos“, concreta el especialista.

Fariñas insiste en que hay que concienciar a la población en que la vacunación no es exclusiva para niños. “Existen enfermedades que tienen una tasa de ataque muy elevada en las personas mayores, como es el caso del neumococo, la gripe, el zóster o la tosferina”, comenta el especialista. Y añade: “Incluso, del meningococo”.

La vacunación en los adultos mayores se sitúa a partir de los 60 años, pero los expertos insisten en que esto es relativo, ya que la pérdida de eficiencia inmunológica no afecta a todos por igual, y dependerá del conjunto de la interacción de la genética y los factores ambientales. “Intervienen ciertos elementos del contexto de la persona, como, por ejemplo, la nutrición, el estrés y la contaminación ambiental. Todos ellos contribuyen a que el proceso de declive se haga más o menos rápido”, destaca Fariñas.

Al mismo tiempo, existen enfermedades autoinmunes que precipitan la inmunosenescencia, al igual que algunos tratamientos específicos deprimen el sistema inmunológico. “Es lo que les sucede, por ejemplo, a las personas con artritis reumatoide: los efectos de los nuevos tratamientos biológicos bloquean el alcance de su sistema inmune. ¿Qué hay que hacer con estos pacientes? Vacunarlos antes”, apunta la experta.

Pasa algo similar con los pacientes que padecen cáncer y van a recibir la quimioterapia. “Si alguien contrae un simple catarro cuando está en proceso de tratamiento de quimioterapia, se convierte inmediatamente en paciente en riesgo, y necesitará supervisión de cerca. ¿Cómo podemos evitar el peligro? La respuesta es la misma que en el caso anterior: protegerlo con la vacuna antes de que empiece con su tratamiento”, recomienda Jimeno.

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Autor: I.S.

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